Por Fredy Pulgarín Sierra.
Los clusters, uno de los enfoques de mayor interés en cuanto a aglomeraciones empresariales se refiere, pueden definirse como concentraciones geográficas de unidades productivas que operan en actividades económicas relacionadas, vinculadas entre sí; las cuales facilitan o favorecen el aprovechamiento de economías de escala, la cooperación, y el intercambio de información, entre otros. En dichas aglomeraciones no sólo participan las empresas de todos los tamaños, sino también un conjunto de instituciones públicas y privadas, académicas y prestadoras de servicios especializados, que facilitan la generación de sinergias y la obtención de ventajas competitivas.
El empresariado funciona como una red eslabonada y siempre al hacer seguimiento a su cadena de abastecimiento se llega a empresas pequeñas y micro, e incluso, a empresas informales. El cluster se encarga de visualizar esos encadenamientos, encontrar las brechas que debilitan la red y diseñar acciones que el ecosistema requiere salvar para consolidarse.
Adicionalmente, en la medida en que las empresas disminuyen su tamaño, es más difícil que puedan estar enteradas de todo lo que sucede en su industria. Allí es donde los clusters y las iniciativas que los promueven pueden convertirse, con las acciones correctas, en plataformas para el mejoramiento de la competitividad empresarial, con un beneficio particular para las más pequeñas.
Pero las de mayor tamaño también se benefician de la diversidad y flexibilidad de las más pequeñas. Lo anterior puede expresarse en el mayor y mejor relacionamiento comercial entre las empresas del cluster; en la creación de nuevas oportunidades de negocio con externos; en la generación de espacios para la promoción de exportaciones; o en la generación de acciones orientadas a la especialización productiva alrededor de bienes y servicios de mayor valor agregado, entre otros.
Desde hace diecisiete años, en Medellín se inició un trabajo público-privado alrededor de una estrategia de desarrollo productivo basada en cluster, con la cual se buscó la transformación económica de la ciudad y su especialización en bienes y servicios de mayor valor agregado; a partir del mejor aprovechamiento de las capacidades existentes, y del impulso a la generación de nuevas capacidades en actividades especializadas, intensivas en conocimiento y tecnología. Dicha estrategia ha permitido, además de la priorización de las apuestas productivas, enfocar los esfuerzos público-privados de la ciudad hacia la consolidación y crecimiento de las empresas relacionadas con los clusters, por medio de iniciativas de mejoramiento de la productividad, de emprendimiento e innovación, de incursión en nuevos negocios, y de acceso a mercados internacionales, entre otras.
Hoy se cuenta con diez iniciativas que concentran buena parte de la actividad económica en Medellín y el Valle de Aburrá: Moda y Fabricación Avanzada; Energía Sostenible; Hábitat sostenible; Turismo de negocios; Medellín Health City, y Negocios digitales. Y a su vez esta apuesta se ha extendido a otras subregiones de Antioquia a través de cuatro iniciativas cluster agroindustriales: café, cacao, lácteos y cítricos. En general, los resultados de la Estrategia Cluster son tangibles e intangibles. Entre los primeros se observa el mejor desempeño de las actividades relacionadas con los clusters, en cuanto a inversión privada, crecimiento de la base empresarial, creación de nuevas empresas, y ventas. En relación con los intangibles se destacan la generación de confianza, construcción de una visión de desarrollo productivo compartida para la ciudad, diseño de mecanismos de cooperación público-privada para el desarrollo económico, construcción de redes de cooperación y colaboración, identificación de nuevos nichos de mercado, y desarrollo de oportunidades de negocio innovadoras e intensivas en conocimiento.
