

El nuevo Papa, León XIV, marcó un rumbo claro: una Iglesia misionera, dialogante y comprometida con sanar un mundo fracturado por el egoísmo político, el extremismo ideológico y la falta de consenso.
Este jueves 8 de mayo, el mundo escuchó por primera vez al Papa León XIV, quien más allá de extender un saludo a la comunidad católica apostada frente a la Basílica de San Pedro, hizo un llamado global urgente, delineando una visión espiritual y política que interpela a líderes, pueblos y religiones: “El mundo necesita puentes, no muros”, afirmó.
En su primer mensaje al mundo, el nuevo Papa León XIV —hasta ayer el cardenal Robert Prevost, nacido en Estados Unidos pero profundamente latinoamericano por su vida pastoral en Perú— se distanció de las posiciones polarizantes que dominan la política global.
Frente a la tendencia de muchos líderes que priorizan beneficios individualistas y nacionales por encima del bien común, el Papa propuso una alternativa: una Iglesia abierta, dialogante y profundamente comprometida con la paz. Este llamado de León XIV no se dirigió solo a los católicos, sino a la humanidad entera: “Ayudémonos los unos a los otros a construir puentes con el diálogo, con el encuentro, uniéndonos todos para ser, todos, un solo pueblo, siempre en paz”.
El nuevo pontífice recoge el legado del Papa Francisco, de quien se declaró admirador, pero también proyecta un estilo propio: moderado, equilibrado, y con un fuerte enfoque en el trabajo social, la justicia y la unidad.
El nombre que eligió, León XIV, no es casual: evoca al papa León XIII, autor de la influyente encíclica Rerum Novarum, piedra angular de la doctrina social de la Iglesia, que se inspira en el mensaje con el que San Agustín reafirmó su visión pastoral: “Con ustedes soy cristiano, para ustedes, obispo”.
¿Elección de León XIV confirma la importancia de Latinoamérica en la misión pastoral de la iglesia católica hoy?
La elección de un papa con ciudadanía peruana y experiencia misionera en América Latina es también una señal geopolítica: el sur global y sus desafíos están en el centro de la Iglesia.
Con 69 años, León XIV llega al papado en un momento donde las tensiones internacionales —desde la guerra en Ucrania hasta los conflictos en Medio Oriente— exigen voces con autoridad moral y diplomática. En ese sentido, su primera aparición ha sido un paso firme, al hablar sobre una “paz desarmada y desarmante”, un concepto que sugiere no solo la ausencia de guerra, sino la necesidad urgente construir una cultura del encuentro.
Desde Estados Unidos hasta Ucrania, pasando por Colombia, Brasil, Italia y Francia, líderes del mundo reconocieron en León XIV a una figura de esperanza y diálogo. Un perfil que él ratificó, con su oración final, al pedir a todos caminar “sin miedo, unidos, de la mano y con Dios entre nosotros”, lo que puede interpretarse como un llamado claro y directo a la humanidad y sus líderes: frente a un mundo que se fragmenta, es tiempo de unir.